jueves, 30 de octubre de 2008

Muerte de un clásico. RIP Msn Groups

Corrían los tiempos en los que aún no teníamos claro lo que era un blog y Facebook todavía no había nacido nada más que en las mentes de sus creadores. Empezábamos a intuir que Internet podía servir para algo más que para cortar y pegar los textos de los trabajos de la facultad y para pasarnos reenviables absurdos. Todavía muchos tenían cuenta abierta en Ozú o en Terra, y las largas y afiladas garras del gigante Microsoft se tendían hacia nosotros intentando captarnos con la promesa de posibilidades ilimitadas en “un mundo feliz” de comunicación e intercambio cultural.

Alguien sugirió un foro privado de intercambio de apuntes, fechas de exámenes y actividades educativas varias, alguien contabilizó una mayoría de pre-adictos al Messenger que, por ende, tenían cuenta abierta con Hotmail, y ese mismo alguien creó nuestro primer grupo de Msn. Entramos al principio con desconfianza y sin tener muy claro dónde había que escribir y dónde recibir las respuestas pero pronto pasó a ser una página en favoritos y una visita diaria obligada para estar al corriente de lo que se cocía por clase. Como las obligaciones contraídas con la facultad eran menos que las visitas al grupo, éste empezó a convertirse en una suerte de juego de las películas en el que un miembro escribía una frase de cine más o menos rebuscada y el resto se devanaba los sesos en encontrar el título al que pertenecía: estudiábamos Comunicación Audiovisual y la Imbd empezaba a abrirse paso a codazos en nuestro imaginario colectivo y nuestro pan de cada día.

Pronto empezamos a multiplicar nuestro número de grupos. Internet se mostraba como una copia virtual de la sociedad en la que los amigos del barrio no se podían juntar con los de los estudios o con los del trabajo, y en cada uno tratábamos los temas acordes a nuestros intereses y jugábamos el rol que teníamos en la realidad. En uno éramos usuarios, en otro administradores e incluso llegamos a formar un intento de sociedad anarquista en el que todos eran administradores pero ninguno ejercía las funciones que requería el puesto: no era más que el resultado de rencillas políticas y abusos de poder que obligaron a los usuarios más reivindicativos salirse del grupo para formar el antigrupo y dejar patente su disconformidad.

Con el tiempo cada uno tomó su camino y nuestra amistad se enfrió. El trabajo dejaba poco tiempo para Internet -sobre todo a los que no habían aprobado una oposición o se veían anclados a ordenadores capados- y el grupo se enfrió igualmente. Quedábamos una o dos veces al mes para no perder el contacto y en un primer momento pensamos que nuestra minisociedad virtual era el mejor sitio para organizar aquellos encuentros esporádicos. Pero ya habíamos borrado la dirección de MSN Groups de los favoritos; solo nos enterábamos de las noticias por los mails de novedades semanales que llegaban los domingos y la mitad del grupo se enteraba con tres días de retraso de que habíamos quedado para el viernes. Entonces descubrimos un invento nuevo. Se llamaba teléfono y era infalible en estos casos; su creador, un tal Graham Bell, nos había devuelto la capacidad de comunicarnos. El grupo quedó destinado a mensajes de “¿Ahí alguien ahí?” “¿Cómo os va todo?” o “A ver si quedamos”.

Durante todos estos años hemos sido bombardeados a correos eléctrónicos con el asunto “se cierra MSN Groups” o “Va en serio. Ahora sí que se cierra”, que nunca llegamos a creernos del todo. O a aquellos de “tu grupo se va a cerrar por falta de actividad; si no quieres que esto ocurra pincha el link de abajo” en los que siempre clicábamos reactivar grupo ya por pura costumbre. Pero, definitivamente, MSN Groups muere ahora abatido por las redes sociales y por la falta de atención de sus incondicionales. A Microsoft le gusta anunciar que no se cierra sino que se mueve a Multiply pero en el fondo todos sabemos que ya ningún administrador va a pinchar ese link para aceptar la invitación sabiendo que sus compañeros tienen cosas mejores que hacer que darse de alta en un espacio nuevo, desconocido y de diseño frío y austero. En el fondo todos sabemos que revivir nuestros grupos es como conectar una mente muerta a una máquina para que su cuerpo siga vivo; y, de hecho, lo es de una forma tan literal que casi resulta políticamente incorrecta.

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lunes, 6 de octubre de 2008

¿Pekín Express o Soy lo que bebo?

Pekín Express empezó siendo la copia de un programa americano llamado The amazing race emitido por la CBS y que en España se tradujo como El gran reto. Por si alguien nunca ha visto nuestro “reality” más internacional haré un breve resumen: los concursantes viajan en parejas armados solo de una mochila y un euro al día. En varias etapas tienen que (acompañados de, al menos, un cámara porque si no no podría emitirse en televisión) recorrer Rusia con la ayuda de la generosidad lugareña que tiene que darles un sitio dónde dormir, trasladarles, darles de comer y, sobre todo, de beber.

Cada domingo les vemos mostrando a los lugareños un papel arrugado en el que supongo que pone algo así como: “estamos grabando un programa de televisión, su gobierno le ordena que nos abra las puertas de su casa, bajo penas de usted ya sabe qué, aunque nosotros no” para lograr cobijo y ayuda. Es imposible que las etapas o pruebas del viaje se hagan de forma consecutiva. Necesariamente, entre una y otra, se les deja un par de días en un hotel a gastos pagados para que al menos puedan ducharse, cambiarse y hacer cura de desintoxicación. Y es que si no los concursantes de Pekín Express serían todos alcohólicos.

El alcohol, la droga de los pobres: que calienta la garganta del que no tiene calefacción, sacia el hambre del que no tiene comida y borra las penas del que no tiene alegrías, es la bomba de relojería que está apunto de hacer explotar el programa. La idea de Pekín Express era buena pero dieron una vuelta de tuerca al programa original y esa tuerca se vuelve contra ellos como lanzada por un tirachinas. En Amazing race el “gran reto” de los concursantes, aparte de llegar al lugar indicado, era superar pruebas físicas (escalar una montaña, agarrarse a un carro tirado por bueyes y aguantar mientras tragan barro…) esas cosas que les hacen caerse de culo y que tanta gracia hacen en Estados Unidos. Pekín Express apostó por dar a conocer el buen carácter de los ciudadanos rusos y optó por que la mayor prueba fuera depender de ellos para todo sin pagar un céntimo. Un objetivo, en esencia, mucho más noble.

¿El problema? Los rusos beben vodka. Mucho vodka. Y para ellos es motivo de cortesía ofrecerlo a todas horas y motivo de ofensa rechazarlo. De hecho en sus viajes lo normal es parar en el arcén de vez en cuando, abrir el maletero (bien surtido de botellitas transparentes) y beber vodka. Todos. Los pasajeros y el conductor.

En los primeros programas los concursantes aceptaban el vodka por respeto. Se emborrachaban como unos adolescentes en una plaza pública, cantaban, bailaban y entretenían la emisión. En los siguientes nos llamó la atención que siguieran sin negarse a subir a un coche cuyo conductor paraba cada media hora a descansar y reponer líquidos, pero Paula Vázquez insistía en que había que respetar a los rusos y agradecer su hospitalidad. Eso está genial si realmente te has ido a hacer el interrail, no tanto si todos los domingos das por televisión lecciones de conducta alcohólica.

En el último programa, emitido ayer, saltó por fin la chispa. Una de las concursantes se negaba a beber el vodka que le ofrecían, junto a una carretera secundaria, los dueños del coche en el que viajaba, cogía su mochila y se marchaba andando mientras llamaba alcohólicos, entre otras cosas peores, a sus anfitriones motorizados. Por fin alguien fue sincero en esta “telerrealidad”: los rusos de Pekín Express serán muy simpáticos pero son alcohólicos. La conducta de la chica no fue (si tenemos en cuenta su forma de insultar a diestro y siniestro) la más adecuada, pero es que la que nos muestra Cuatro todos los domingos lo es mucho menos. ¿Mala suerte?, ¿pinchazo del programa?, ¿un creativo al que no se le ocurrió comprobar las tradiciones patrias antes de elegir país?, ¿un desafortunado acuerdo económico con el gobierno ruso?

Sea como fuere, el caso es que el que pretendía ser el programa estrella de la cadena, y su apuesta por un formato mínimamente diferente a los veinte mil “realities” de “niños cantores, danzantes o acróbatas” que se emiten sin descanso, se va a acabar convirtiendo en bomba de relojería para la imagen de Cuatro. Los que nos enseñaban cómo tenemos que educar a nuestros hijos, a nuestros perros y a nosotros mismos, han cambiado el “soy lo que como” por “soy lo que bebo”. Lo que me extraña es que la DGT no haya dicho aún nada al respecto.

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